lunes, 21 de junio de 2010

MARIYITA Y EL TERNERITO

En esta ocasión, estábamos recién llegados a El Panital, que veníamos a vivir definitivamente aquí, porque antes vivíamos en San Antonio Masahuat, en la jurisdicción de Metapán. Fue en los primeros días, porque todavía nos encontrábamos durmiendo en el corredor de la casa, en el suelo.

Dn. Juan ponía una hamaca en los horcones del corredor y nosotros poníamos tendidos en el suelo de petates y costales de mexcal. Como hacía mucho calor siempre nos quedábamos en el corredor. Llegamos a construir la casa. La misma casa en donde nacieron y crecieron todos los 10 hijos de la pareja.

En la parte trasera de la casa vivía Jesús Rodríguez, hermano de Juan Rodríguez, cariñosamente le decíamos el Tío Chus, quien también había construido su casa con paredes de bahareque, techo de zacate de paja y suelo de tierra. Allí vivía con su esposa, segunda esposa, María y sus 11 hijos. En el patio de la casa había sembrado una pequeña milpa, cuya cosecha era de solo mulquites, es decir mazorca pequeñita.

Don Juan era un hombre muy trabajador, y le gustaba estar pendiente de todos los trabajos agrícolas y ganaderos que se realizaban. Para eso se apoyaba en su mula, que montaba para ir a recorrer los trabajaderos y supervisar los trabajadores. Acostumbraba estar siempre listo para salir. La mula era ensillada a las 6 de la mañana y la desensillaban hasta por la tarde cuando él consideraba que ya no iba a salir.

En una ocasión Juan Rodríguez, le dijo a Mariyita una de sus hijas menores, que en ese tiempo tenía unos 11 años, hija ve a traerme unas mazorquitas para que coma la mula, allí donde Jesús. (refiriéndose a su hermano). La niña bien mandada a las indicaciones de su padre, se fue a traer las mazorcas de maíz. Pero cuando iba, en el camino se le apareció un ternerito recién nacido, sin su madre (la vaca).

La niña contenta con el ternerito empezó a seguirlo sin poderlo agarrar. Cansada de seguirlo, se regresó a casa y contó lo sucedido a su padre para que fueran en búsqueda de la vaca para que lo amamantara. El padre preocupado, porque pensó que se trataba de una vaca que se había salido de los potreros, envió a los sirvientes a buscar la vaca recién parida. Fue mucha la sorpresa y después la preocupación cuando se dieron cuenta que en el lugar no había nada. Por más que buscaron no encontraron rastros de la vaca ni del ternerito.


Masahuat, 1949.

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