lunes, 21 de junio de 2010

EL CABALLO ENCANTADO

Ocurrió en El Panital. Fue en la casona donde vivían Félix Antonio, su esposa Laura de Jesús y sus 10 hijos. En este tiempo también vivían con ellos dos jóvenes: Silvano Echeverría hijo de Félix Antonio y José Rodolfo su sobrino.

Toda la familia vivía en armonía. Los niños acostumbraban jugar por las tardes en el corral donde ordeñan las vacas. Jugaban futbol, softbol, cuilio o ladrón, arranca cebollas entre otros juegos.

Por la tarde también acostumbraban a recoger el ganado, especialmente los chivos tiernos, para que durmieran en el corral, listos para el ordeño de la mañana. En la casa, también eran revisados los animales domésticos, las aves de corral que subieran a dormir a los árboles. Frente a la cocina hay dos árboles de morro que por la noche se convierten en el dormitorio de unas 25 a 30 gallinas, sin contar los pollos.

También las bestias, unas dos o tres bestias que permanentemente están para el servicio de transporte de la casa. A la hora de la oración el cuidandero les revisa la gamarra el lazo que este bien colocado y amarrado y les da la comida. Todo queda en orden y listo para el día siguiente.

Yo tenía 19 años, y en la casa teníamos un dormitorio solo para las mujeres, éramos tres: Marleny, Consuelo y yo. Ese dormitorio tenía la característica de ser un cuarto con una sola puerta interior que daba al dormitorio de mis papás y no tenía ventana. Desde dentro de la habitación, no había ningún contacto con el exterior. En el interior habían dos camas de buena madera con su respectivo petate, y una caja donde mis padres guardaban los objetos de valor, incluyendo documentos.

Durante un tiempo a consecuencia de mis múltiples alergias, se me hacía difícil conciliar el sueño, y me pasaba horas en la cama dando vueltas sin poder dormir. Tampoco me podía quedar haciendo algo, porque en esa casa no teníamos energía eléctrica. Así que temprano de la noche todos nos reuníamos en la sala mi papá a provechaba para conversar con nosotros y además nos contaba sus historias de joven y nos contaba cuentos. Después, marcaba la hora y nos mandaba a todos a acostarnos.

Una noche yo no podía dormir, el calor había hecho que se me irritara el cuerpo y no podía conciliar el sueño. Como a eso de la media noche, de pronto empecé a escuchar que un caballo andaba suelto en el patio interior de la casa, y que se paseaba justo debajo de los árboles de morro donde dormían las gallinas. Luego sentí que llegó a comer hierva a la orilla de la pared, en la misma dirección en la que yo estaba acostada por el otro lado de la pared. Me quedé un momento escuchando para cerciorarme de lo que escuchaba. Sentía que el caballo casi se comía mi oreja. Como el ruido de su masticación y la respiración fuerte del animal continuaba, le hable a mi papá.

Papá, papá grité desde mi cuarto. Qué pasa, me respondió él. El caballo anda suelto y se va a ir, le dije. Entonces mi papá le dijo a mi mamá, oí le dijo ella también ya lo sintió. ¿Todavía lo sentís?- me dijo-.Si aquí está. Entonces el se levantó y salió al patio en busca de su caballo.

También alertó y levantó a sus hijos varones mayores para que fueran a buscarlo, pero por más que buscaron no encontraron nada. Fue a buscar su caballo al lugar donde siempre lo amarraba y el caballo estaba allí, amarrado en el lugar donde siempre acostumbraba amarrarlo, en un árbol de chirimoya que estaba junto con un árbol de tamarindo, al lado derecho de la casa donde estaba la casa del abuelo Juan.

Convencidos que no había ningún caballo suelto, entraron a la casa, y mi papá me dijo, no te preocupes si oyes ruidos, mejor duerme. Por otro lado, escuché cuando le dijo a mi madre. “es el caballo que anda aquí de nuevo”.

Al día siguiente, supe que no es la primera vez que se escucha el trote y tropel de este caballo. Este hecho sucede desde que compro este caballo. Se dice que el dueño de ese caballo lo quería mucho y por eso llegaba a visitarlo por la noche.

Julio de 1977.

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